En otra vida, pasé un año estudiando derecho en Canadá y me sentí inspirado por la sabiduría de un juez que se esfuerza por defender tanto la letra como el espíritu de la ley en un caso penal en particular (R. v. Campbell y Mlynarchuk [1972] ):
Resumiendo:
La Sra. Campbell trabajó como bailarina en un club de striptease. Su jefe le ordenó que bailara desnuda, pero ella se negó, pensando que era ilegal. Su jefe le dijo (correctamente) que un juez de la Corte Suprema de Alberta había dictaminado recientemente que bailar desnudo era legal, por lo que ella aceptó y bailó desnuda. Desafortunadamente para ella, el fallo en cuestión había sido revocado por el Tribunal de Apelaciones de Alberta, por lo que fue arrestada y acusada de participar en una actuación inmoral. Un tribunal inferior la condenó y ella apeló ante el tribunal de distrito.
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El abogado de la Sra. Campbell argumentó que se le habían dado buenas razones para creer que no estaba violando la ley, pero el Código Penal canadiense estipuló que la ignorancia de la ley por parte de una persona que comete un delito no es una excusa para cometer ese delito.
El juez del Tribunal de Distrito estaba obligado por el fallo del Tribunal de Apelación, por lo que no podía revocar la condena. Aún así, irónicamente, el bailarín mal educado y su jefe se habían basado en el fallo del juez de la Corte Suprema y resultó, como lo decidió la Corte de Apelaciones, que ignoraba la ley. ¿Cómo podría el juez del Tribunal de Distrito tratar un caso en el que el apelante era claramente culpable de acuerdo con la letra de la ley, pero también claramente tan respetuoso de la ley como uno podría esperar de alguien sin muchos años de experiencia en la práctica de la ley? Afortunadamente, el juez de la Corte de Distrito encontró una manera: confirmó la condena y le dio a la Sra. Campbell una descarga absoluta: sin pena, sin libertad condicional, sin antecedentes penales.
La moraleja de esta historia es que cuando el legislador no ata las manos de un juez con leyes de sentencia mínima, a menudo puede encontrar una manera sabia y justa de defender tanto la letra como el espíritu de la ley.